La costa de África en 1.567, de Anton Van den Wyngaerde (con Estepona en la parte inferior izquierda y Gibraltar en la parte superior derecha (Fuente: web del Ayuntamiento de Casares) |
A mediados de junio del año 1.459, un solitario jinete se presentó de madrugada ante los muros de la fortaleza de Estepona rogando en la lengua de Alá a los centinelas apostados en los adarves que abriesen las puertas si querían seguir viviendo.
Era entonces alcaide don Pedro de Jerez y es
probable que durante aquella larga noche ni él ni todos los hombres y mujeres
que sobrevivían a duras penas en este apartado bastión pegaran ojo después de
descifrar lo que ese hombre trataba de explicarles ayudado con la elocuencia de sus gestos.
Indudablemente, debía de ser algo de tal trascendencia como para que, a la mañana siguiente, el mejor jinete de la guarnición partiera hacia
Jerez nada más salir el sol. Lo hizo acompañado por aquel extraño musulmán y
llevando en sus alforjas una carta que, de cumplirse su contenido, podría
cambiar radicalmente la suerte de nuestro pueblo.
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